SOBRE DI NO A LAS DILACIONES INDEBIDAS
Moisés Escobar
En pleno debate interno, un sector del estudiantado envía por cadena un mensaje electrónico bajo la carátula “di no a las dilaciones indebidas”.
En mi afán y curiosidad por desentrañar que, quien o quienes estaban tras esta misteriosa misiva, consulté a numerosos compañeros, los cuales estaban tan intrigados como yo. Pues resultó que la respuesta llegó sin haberlo consultado. Más allá de cómo supe que es “di no a las dilaciones”, es de notable preocupación para toda la comunidad el hecho que uno de los dos mensajes enviados por la misteriosa secta, contenía los nombres de algunos de los más ilustres maestros de la casa de estudios. En esto, la alarma dominó mis sentidos, pues pensé que tras de “di no a las dilaciones” no sólo habían ociosos compañeros nuestros supuestamente preocupados por el destino y porvenir de la universidad, sino también profesores, aquellos que vemos y escuchamos cinco días a la semana por promedio de seis horas.
Así mismo llamó la atención el hecho que la carta en un tono muy tendencioso propiciara ya la candidatura del actual decano de la facultad Aldo Valle “…En este punto, específicamente, es necesario señalar que ochenta y tres académicos de nuestra universidad, de las carreras de construcción civil, medicina, arquitectura, ciencias del mar, psicología, diseño, farmacia, trabajo social y de la facultad de ciencias, solicitan a un académico de nuestra facultad que presente su candidatura a rector…” y en la primera carta, hacen ver a Carlos Verdugo, Mattus y Pedrals como los viejos picados que interponen un recurso impugnando la ilegalidad del proceso de elección, frente a un Osvaldo Badenier triunfante sobre Riquelme, pero omite que a los docentes nada les impedía votar a otro candidato, pues imagino que ya muchos sabían de las tropelías del ex rector Riquelme, siendo esta su segunda rectoría. En otras palabras, la carta pone de manifiesto la impotencia del estamento docente de ponerse de acuerdo en pos de la universidad, su incapacidad de organización, y su susceptibilidad a ser ganada para la causa de los ambiciosos, que por cierto abundan aún.
Otro incidente no menor fue la presión que sufrió un conocido estudiante de cursos superiores, de parte del director de la carrera Alberto Balbontín, quien lo constriñó a persuadir a sus compañeros para no proseguir el movimiento de triestamentalidad, cogobierno y democratización de la institución universitaria. Lamentable práctica que de forma más velada e impune ejercen muchos de nuestros maestros diariamente en las aulas, especialmente en los cursos inferiores, en que oídos y conciencias vírgenes se ven penetradas constante y progresivamente por su discurso ideológico y político.
Examinando los mensajes enviados por la misteriosa agrupación, en que por cierto preservan sus autores el anonimato, se infiere que su posición está dominada por una mezcla de paranoia y conservadurismo.
Asumen la necesidad de designar cuanto antes a un rector titular para sanear a la institución de sus vicios, e imputan a los situados en la posición contraria de dilatadores de un proceso doloroso, triste y destructivo, que por cierto, fue generado por los mismos sectores del estamento que ahora no quiere dilaciones.
En la segunda misiva, un discurso para legitimar su proyecto “…se propone algo más: informar que no es sólo una idea aislada de ciertos estudiantes, ni tampoco una idea considerada por número reducido de profesores … más aún que muchos de nuestros connotados profesores han dado un paso notable alzando la voz en un momento crucial”.
Así mismo, califican a estas dilaciones como indebidas, es decir, como tiempo perdido que socava la corporación, como una demora que no debe ser, que es a fin de cuentas prohibida por alguna autoridad invisible para mis ojos, pero seguramente muy visible para las retinas de ellos, o prohibido según las normas de la sana práctica y costumbre, las que por cierto han sido creadas por quienes no propician el cambio en la estructura universitaria.
Según la perspectiva de su grupo y de los intereses que representan, el problema de la universidad es de carácter interno, local, una situación desvinculada de la política educacional y cultural que muy bien a defendido y representado en la escuela el profesor Agustín Squella. Esgrimen que es necesario colocar una cabeza sobre el cuerpo moribundo de la universidad y que mediante este proceso de cefalización, la institución proveerá de condiciones más favorables a la banca privada. Por cierto no se sitúan en el evento que algunos de los elegidos rectores sea responsable administrativa o penalmente del debacle financiero y moral de la universidad.
De la lectura anterior, sólo nos queda por concluir que sus intenciones y fines son netamente continuistas, preservan el legado de autoritarismo, despilfarro y discrecionalidad que heredamos de las juntas directivas, rectorías y decanatos anteriores, y por consiguiente sostienen que la legislación –desde la constitución de 1980, pasando por la LOCE y culminando con el concreto y particular DFL 147 que reglamenta nuestra universidad- son datos inconmovibles y dados.
En este sentido, los remitentes de “no mas dilaciones indebidas” propician el quietismo en los estudiantes de la carrera, incluso atacando a los compañeros de otras facultades, atribuyendo su actuar político –según ellos poco realista y utópico- al carácter eminentemente crítico y no dogmático de sus carreras, tales como historia, filosofía y sociología, como Renan Latín así lo sostuvo en la asamblea consultiva del 17 de abril.
Lamentable práctica de compañeros que fragmentan el movimiento estudiantil y su unidad de propósito, una universidad democrática, plural, participativa y que nos provea a todos de una educación de calidad.